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Tipos de Ondas Cerebrales

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Desde hace mucho tiempo las Ondas Cerebrales han dejado de ser un tema que sólo les interese a los neurólogos. El entender cómo funciona nuestro cerebro nos permite tomar decisiones que nos ayuden a optimizar su uso, su entrenamiento y su programación, y de esta manera poder vivir mejor.

¿Qué son las ondas cerebrales?

Las ondas cerebrales no son más que el producto de la actividad eléctrica que se genera en nuestro cerebro. Recordemos que éste es un órgano de funcionalidad electroquímica, en donde cada actividad, cada pensamiento y cada emoción generan diferentes tipos de ondas.

Tipos de ondas cerebrales.

Existen 5 tipos de ondas cerebrales, a saber: gamma, beta, alfa, theta y delta. Nuestro cerebro siempre está produciendo diferentes tipos de ondas a lo largo del día y al mismo tiempo, dependiendo de las diferentes actividades que estemos realizando.

Las habilidades que tengamos para estudiar, planificar, enfocarnos y actuar, así como el tipo de emociones que estemos experimentando en un momento dado, están directamente relacionadas con las ondas que nuestro cerebro está produciendo y emitiendo. En esto radica la importancia de conocer cuáles son y cómo nos afectan.

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Ondas cerebrales gamma.

Son las ondas más rápidas que produce el cerebro, su frecuencia va de 40 a 100 ciclos por segundo o hertzios. Están asociadas con una actividad mental elevada o con un alto procesamiento cognitivo, con niveles de dolor sumamente elevado, con ataques de pánico y ansiedad. También generamos ondas gamma en momentos de atención y concentración extrema. Mantener nuestro cuerpo de manera constante generando este tipo de vibración resulta perjudicial para la salud, ya que puede desencadenar cuadros de ansiedad o de depresión.

Ondas cerebrales beta.

Su frecuencia va desde 14 hasta casi los 40 ciclos por segundo o hertzios. Son un tipo de onda cerebral de frecuencia moderada. Está asociada con el pensamiento lógico y con actividades en las que ponemos nuestra atención (trabajar, conducir, estudiar, etc.). Producimos ondas beta cuando estamos despiertos. Son buenas para los procesos de aprendizaje. Al igual que en el caso anterior, mantener nuestro cuerpo constantemente en este tipo de vibración, resulta perjudicial para la salud, ocasionando cuadros de ansiedad y estrés elevados.

Ondas cerebrales alfa.

Su frecuencia va de 7 a 13 ciclos por segundo o hertzios. Estas ondas establecen un puente entre el consciente y el inconsciente, motivo por el cual también están asociadas con la intuición. Este tipo de ondas son muy útiles en terapias para reducir el estrés, en donde se produce calma, más no sueño. En esta frecuencia desaparecen el miedo y las preocupaciones, produciéndose un estado de paz y bienestar en el cuerpo. Llegamos o producimos ondas alfa cuando realizamos meditaciones o relajaciones ligeras. También son útiles en los procesos de aprendizaje.

Ondas cerebrales theta.

Su frecuencia va de 4 a 7 ciclos por segundo o hertzios. Está asociada con la imaginación, la creatividad, los procesos curativos en nuestro cuerpo, la generación de emociones positivas y cambios optimistas en la conducta. Genera un estado idóneo para la reprogramación de nuestra mente. Es utilizada en tratamientos para erradicar ciertas adicciones (ej.: alcohol y drogas) y para personas que han tenido experiencias traumáticas en su pasado. La frecuencia de esta onda permite conectar con el inconsciente colectivo. Llegamos o producimos ondas theta cuando estamos a punto de dormirnos, soñando o cuando practicamos la meditación, la contemplación y/o la oración.

Ondas cerebrales delta.

Es el tipo de onda que se produce en el cerebro de los bebés, mientras duermen. Son las ondas más lentas que produce el cerebro, su frecuencia va de 0,1 a 3,9 ciclos por segundo o hertzios. Está asociada con la producción de la hormona del crecimiento y, por ende, en procesos curativos acelerados. La frecuencia de esta onda permite acceder al inconsciente de una manera más directa. Llegamos o producimos ondas delta cuando dormimos profundamente y sin soñar o cuando experimentamos meditaciones muy profundas.

El hecho de conocer cómo funciona cada onda cerebral y entender que su combinación incorrecta puede generarnos malestares físicos, mentales y emocionales, nos permite darnos cuenta que debemos tomar las riendas de su control.

Por ejemplo: si controlamos nuestro cerebro, podemos evitar que nos lleve de manera constante a ondas gamma o beta, detonando un cuadro severo de ansiedad, depresión y/o estrés. ¿Qué podemos hacer? Podríamos hacer respiraciones conscientes y meditaciones, para así ayudar a bajar la frecuencia y generar un estado de calma y serenidad en nuestro organismo.

Las ondas cerebrales y la meditación.

Uno de los tantos beneficios que se atribuyen a la meditación es que inducen la producción de ondas theta, una frecuencia ideal para el surgimiento de grandes ideas. Como expliqué anteriormente, cuando estamos vibrando en este tipo de ondas cerebrales, incrementamos nuestra creatividad, aceleramos los procesos curativos en nuestro cuerpo y favorecemos la intuición y las emociones positivas. La meditación lleva nuestro cuerpo a un estado de serenidad característica de las ondas theta.

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Ondas cerebrales y los sonidos binaurales.

Los sonidos binaurales no son más que la transmisión de una frecuencia que nos ayuda a modificar el patrón de nuestras ondas cerebrales. Estos sonidos nos ayudan a modificar nuestro estado de consciencia, dependiendo de las necesidades que tengamos: para relajarnos, concentrarnos, estimular la creatividad o la intuición, etc.

Forma parte de las alternativas utilizadas dentro de la musicoterapia. Es utilizada en tratamientos para la ansiedad, la depresión, el insomnio, la fatiga extrema, el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), entre otros.

Cuando aplicamos este estímulo, el cerebro modifica su frecuencia, generando un cambio en el estado de ánimo, en el estado de consciencia e, inclusive, en la arquitectura química del organismo, llevándolo a un estado de relajación profunda y de meditación.

Es importante que entendamos que nuestro cerebro no debe ser nuestro amo, todo lo contrario, debe estar al servicio del ser humano. Contamos con la inteligencia suficiente para comprender su funcionamiento y aprender a controlarlo. Sin embargo, no permitamos que nuestra programación sea sobre la base del ego, sino que lo hagamos siempre en conexión con nuestro corazón y nuestro espíritu, porque de ahí es de donde emana la verdadera sabiduría de la humanidad.

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