
El nervio vago ha cobrado cada vez más protagonismo en los últimos años gracias a la neurociencia y a la Teoría Polivagal, que ha permitido comprender cómo nuestro cuerpo responde al estrés y cómo podemos volver a un estado de calma y seguridad. Aunque a veces lo damos por sentado, este nervio cumple un papel esencial en nuestra salud física y emocional.
En este artículo quiero invitarte a descubrir qué es el nervio vago, cuáles son sus funciones principales, qué ocurre cuando se desregula y cómo podemos estimularlo para recuperar el equilibrio interno.
¿Qué es el nervio vago?
El nervio vago, cuyo nombre proviene del latín vagus (que significa “errante”), es el nervio más largo del cuerpo humano y forma parte del sistema nervioso parasimpático, responsable de las funciones de descanso, digestión y recuperación.
Se origina en el tronco encefálico y desciende por el cuello hasta llegar al pecho y al abdomen, conectando el cerebro con múltiples órganos vitales: el corazón, los pulmones, el estómago, los intestinos, el hígado y más.
Podemos decir que es como una autopista bidireccional:
- Envía información del cerebro al cuerpo (para regular procesos automáticos).
- Y también lleva señales desde el cuerpo hacia el cerebro, influyendo en cómo percibimos y sentimos el mundo.
De qué se encarga el nervio vago
El nervio vago participa en una gran variedad de funciones, muchas de ellas automáticas, que mantienen nuestro cuerpo en equilibrio:
- Regulación del ritmo cardíaco y la presión arterial.
- Control de la respiración.
- Facilitación de la digestión y los movimientos intestinales.
- Influencia en la respuesta inflamatoria del organismo.
- Conexión con la voz, la deglución y el habla.
- Regulación del estado de calma y relajación.
Podemos decir que este nervio es un verdadero puente entre nuestro mundo interno y externo. A través de él, lo que pensamos y sentimos impacta en el cuerpo, y lo que ocurre en el cuerpo también condiciona nuestras emociones.
El nervio vago y la Teoría Polivagal
La Teoría Polivagal, desarrollada por el Dr. Stephen Porges, nos ayuda a comprender cómo el nervio vago está directamente implicado en nuestros estados de seguridad, conexión social y también en las respuestas de estrés.
Esta teoría explica que existen tres grandes estados en nuestro sistema nervioso autónomo:
1. Estado de seguridad y conexión (rama ventral del nervio vago).
- Nos sentimos tranquilos, presentes, capaces de conectar con los demás.
- El corazón late de forma estable, la respiración fluye y la digestión funciona bien.
2. Estado de lucha o huida (sistema simpático activado).
- El cuerpo se prepara para defenderse o escapar.
- El corazón late más rápido, aumenta la tensión muscular y disminuye la digestión.
3. Estado de desconexión o congelamiento (rama dorsal del nervio vago).
- Si el estrés es muy intenso y no podemos escapar, el cuerpo se apaga.
- Podemos sentirnos sin energía, desmotivados o emocionalmente ausentes.
Comprender esto nos ayuda a identificar en qué estado nos encontramos y a reconocer que no es algo “mental” solamente, sino una respuesta fisiológica profundamente enraizada en nuestro sistema nervioso.
¿Qué ocurre cuando el nervio vago se desregula?
Cuando el nervio vago no funciona de manera óptima, podemos experimentar una amplia gama de síntomas físicos y emocionales. Algunos de ellos son:
- Problemas digestivos (colon irritable, estreñimiento, reflujo).
- Dificultades para dormir.
- Palpitaciones o irregularidad en el ritmo cardíaco.
- Estados de ansiedad o ataques de pánico.
- Sensación de cansancio constante o fatiga crónica.
- Dificultad para relajarse o sentirse en calma.
- Dolores musculares o tensión persistente.
En términos emocionales, una desregulación del nervio vago puede generar hipervigilancia, desconexión emocional o dificultad para sentirse seguro en la propia piel.
Cómo regular y estimular el nervio vago
La buena noticia es que el nervio vago puede entrenarse y estimularse. Con prácticas sencillas podemos ayudar a nuestro sistema nervioso a volver a un estado de calma, seguridad y regulación. Aquí algunas herramientas efectivas:
1. Respiración diafragmática.
- Inhalar profundamente llevando el aire al abdomen y exhalar lento activa la rama parasimpática.
- Ideal practicar 5 minutos diarios.
2. Cantar, tararear o recitar mantras.
- La vibración de la voz estimula directamente el nervio vago en la garganta.
3. Exposición al agua fría.
- Lavar el rostro con agua fría o tomar una ducha breve estimula reflejos vagales que inducen calma.
4. Movimientos somáticos suaves.
- Estiramientos, balanceos y movimientos conscientes ayudan a enviar señales de seguridad al cuerpo.
5. Meditación y atención plena.
- Practicar la observación de la respiración o del cuerpo nos ayuda a volver al presente.
6. Conexión social.
- Conversar, mirar a los ojos y sentir el apoyo de otros nutre la rama ventral del nervio vago.
Conclusión
El nervio vago es mucho más que un “cable” del cuerpo: es un puente vital que une cerebro, cuerpo y emociones. Cuando aprendemos a cuidarlo y estimularlo, favorecemos no solo nuestra salud física, sino también nuestro bienestar emocional y nuestra capacidad de conectar con los demás.
La educación somática nos ofrece recursos muy valiosos para volver a escuchar las señales del cuerpo, recuperar la confianza interna y cultivar estados de calma. Regular el nervio vago no significa “eliminar el estrés”, sino entrenar a nuestro sistema nervioso para que pueda volver a un estado de equilibrio de forma más rápida y eficiente.
En definitiva, cuidar del nervio vago es cuidar de nosotras mismas, de nuestra energía vital y de nuestra capacidad de vivir con mayor serenidad.
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